Solsticio de invierno: cuando las puertas se abren

Solsticio, el sol quieto

Una historia tan caudalosa y de tanto predicamento muy bien pudo comenzar hace 5.000 años, cuando nuestros antepasados observaban admirados las estrellas. Pronto se dieron cuenta de que, en determinada época del año, el Sol se mueve desde una posición perpendicular sobre el Trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el trópico de Cáncer.

 
En estos días extremos que dio en llamarse Solsticios, la distancia angular del Sol al ecuador celeste de la Tierra es máxima.


En el hemisferio norte, el Sol alcanza su cenit en el punto más bajo y, a partir de ese momento, el día comienza a alargarse al tiempo que menguan las noches, hasta llegar al solsticio de verano, el 21 de junio, fecha en la que se inicia el movimiento inverso.

Es de creer que la observación de los astros y toda su carga simbólica era compartida por pueblos separados incluso por el Atlántico. En Perú, los festivales primordiales del mundo incaico se celebraban en el Capac-Raymi – Año Nuevo- que tenía lugar en diciembre, y el Inti Raymi –fiesta del Sol- que se celebraba cada 24 de junio en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco.

Justo en el momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba: ¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!. Este gran festival se sigue representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio de invierno, que hoy festejan todos los tours operators conjurados para la ocasión.

                   

                   

La puerta de los dioses

En los antiguos mitos griegos, a los solsticios se les llamaba “puertas”. La puerta de los hombres, correspondía al solsticio de verano mientras que la puerta de los dioses se abría en el solsticio de invierno. El Sol encuentra en estas fechas las puertas del Universo que propician su renacimiento y la explosión de vida que le acompaña.

 
Aún hoy, el mundo mágico celebra con toda suerte de encantamientos la apertura de las puertas tridimensionales que se abren a otras realidades ignotas. Los iniciados aprovechan la conjunción astral para pasar al otro lado del enigmático espejo. El solsticio se considera momento propicio para sellar pactos con los espíritus de la Naturaleza y aun de los familiares fallecidos.


Entre los galos, y especialmente en los pueblos germánicos cuya romanización fue más tardía e incompleta, estas ceremonias de adoración al Sol y a las fuerzas ocultas de la Naturaleza prosiguieron hasta bien entrada la Edad Media.

 
Posteriormente se han conservado determinados símbolos  de forma más o menos enmascarada, alcanzando hoy a los rituales y adornos de nuestros mismos festejos navideños.

 

Una historia mil veces contada, de mil formas distintas

La Grecia y Roma clásicas, celebraban por estas fechas las fiestas dedicadas a Dionisos y Saturno. Dionisos fue dios del vino, de la vegetación y de la fecundidad, pero también de la muerte. En el siglo IV a.C., en el calendario de Bitinia, el mes consagrado a Dionisos comenzaba el 24 de diciembre y se prolongaba durante 31 días.

El Saturno romano fue una antigua divinidad agrícola cuyo nombre está relacionado con satur -saciado, harto- y sator -sembrador, creador-, sinónimos de fecundidad y abundancia. La celebración de las Saturnalia duraba una semana y tenía lugar entre el 17 y el 23 del mes de diciembre.

Después de la ceremonia religiosa había grandes banquetes, y el personal se entregaba a un lujurioso frenesí, sin hacer distingos de clase social:

los señores servían a sus esclavos y éstos podían burlarse impunemente de los amos. Cesaba la actividad en tribunales, escuelas, comercios, operaciones militares, etc.- y no se permitía ejercer ningún arte ni oficio salvo el propio de la cocina para alimentar las bacanales.

 

En el Egipto Antiguo se creía que Isis, la virgen Reina de los Cielos,
daba a luz a su hijo Horus a finales de diciembre. Mitra, uno de los principales dioses de la religión persa, representaba también al Sol.


El dios Mitra hindú era también uno de los doce Adityas, hijos de Aditi, el dios sol. También la madre de Mitra era virgen y este dios nació, como no, un 25 de diciembre, en una cueva donde fue adorado por pastores y magos. El relato de este dios oriental es gemelo del Salvador de los cristianos: también obró milagros, fue perseguido, muerto y resucitado, como no, al tercer día.

Como bien se ve, la historia de la historia es siempre la misma historia:
todas las puertas mágicas del planeta permanecen entreabiertas para quienes festejan la aventura de la vida al calor del Sol y de la Madre Tierra.

Más solo los iniciados están preparados, se atreven a dar un paso al frente…y consiguen cruzarlas. 

                                            
El secretario secreto